13 de mayo de 2007

EL LOCO

Alguna ocasión perdido por el estado de Guanajuato, me hallé dentro de una casa de la cultura. Era tarde y estaban a tres minutos de cerrar, quiso la loca suerte que me permitieran la entrada, eso y el hecho de que dije que era un turi-reportero, palabra que hasta el día de hoy no sé qué significa(o quizá, como diría un buen tipo de otro blog, un reportero turista pero más chingón).



El aire que corría levantaba tierra, polvo que se introducía al edificio provocando la constante tos del amable vigilante. El portón de madera contaba la edad del recinto tan viejo como la misma ciudad pero resistente e histórico como los héroes de la independencia que nacieron en ese estado.

"No hay mucho que ver joven, de hecho casi nadie viene" --diría el guardián-- "Qué no hay nada que ver. La arquitectura e historia del lugar es razón suficiente para admirar. o usted qué cree?", respondí orgulloso.

"...Mire, al fondo están varias exposiciones fotográficas por si le interesa", --sin responder más me adentré a las salas para encontrar el trabajo de muchas horas, minutos y segundos, de los momentos indetenibles, de los instantes irrecuperables plasmadas en papel fotográfico y tela.

Dentro de todo el tesoro que se brindaba a mi sola presencia. La exposición de la demencia habló para compartir su comprensible razonamiento.

Me buscabas hace tiempo demente solitario, hoy me encuentras esperando respuestas irrazonables como la impaciencia cordura para tolerarse.
Sólo paseaba por aquí sin esperar hallarte incrustado en los retratos de nuestros hermanos. Es bueno saber que aún existes. Últimamente el mundo, al menos el mío, es lógico y sensato, a caso estás enfermo o buscas el exilio?

Ñap, para nada hermanito, no me voy de este prado, de este inundado mar seco así como tampoco tú nos haz abandonado porque aquí eres feliz, tienes paz, encuentras tu vida.
Es tu maldición mi igual, recuerda que encerrados en mi locura los locos no salen de sí aunque pierdan la paciencia. No pueden salir del mundo como hacen las personas normales todos los días para entrar en éste, el mundo que compartimos y en el que pasan las cosas naturales de la vida.

Suele suceder que al sonar el despertador, se paran en la banda del tiempo bostezantes y estirando los brazos cruzan el umbral de los sueños. Mundo aparte, dícese intransferible, de relojes propios y personajes únicos, con sus reglas arbitrarias y extraños comportamientos, sin lógica aparente y una frágil ley gravitacional.

Es verdad. Al comenzar a abrir los parpados uno comienza a salirse de sí para entrar al cosmo populoso que llamamos realidad.

Vaya uno a saber qué nos pasa. De pronto ya no podemos salir del laberinto que va y viene del sueño y solo nosotros en nuestro delirio conocemos las comarcas que visitamos. Voces que no oímos, palabras incomprensibles, comportamientos altamente ilógicos e impredecibles, animales, monstruos, luces que no existen. O simplemente un desierto paranoide, un bosque esquizofrénico, una selva de psicosis. Sólo adentro de uno, cada cual para sí.

No, los locos no salen de su encierro. Porque como de todos modos no alcanzan la realidad, esto los confina en un espacio aparte, es decir, irreal. Ahí deambulan cada quien a través de su propia geografía, ahí comen y duermen. Tal vez entonces, en los sueños, alucinando sensatez y cordura, recuerda que todo puede pasar en un sueño, visiten por momentos nuestra preciada realidad y, sensatos y cuerdos, se digan que locura y den marcha atrás.

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